martes, 3 de febrero de 2009

El anuncio de la semana

La Superbowl es no sólo el acontecimiento deportivo del año en Estados Unidos, sino también una magnífica oportunidad de ver algunos de los mejores anuncios del año. Las marcas y los publicitarios echan el resto, sabiendo que la audiencia estará pegada al televisor.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Critiquillas de cine: Borat


Sí, ya sé que no es un estreno ni un clásico. "¿A qué viene esto ahora?", os preguntaréis. Pues sí, Borat. No tenía muchas ganas de verla, la verdad. Había escuchado sobre ella absolutamente de todo. Que si era un auténtico bodrio, que si tenía puntos brillantes, que si era genial, que si grotesca, zafia y asquerosa. Y sí, es grotesca, zafia y asquerosa. Pero me eché unas carcajadas. Lo cierto es que -a pesar de que mi admirado AltoVolta lo considere un cómico limitadito- a mí el tipo este me ha hecho gracia. Esa presencia de ánimo y ese desparpajo atónito se me antojan muy propios del reportero paleto de país del Este al que el cómico Sacha Baron Cohen quiere inmortalizar en Borat. Y que conste que no tengo nada en contra de los reporteros -colegas de profesión-, ni mucho menos en contra de los del Este. Escatológica casi al estilo de Divine en Pink Flamingos, es delirante, absurda y real como la vida misma, aterradora por cuanto de verdad sobre el pueblo americano consigue sacar a la luz el extraterrestre de Kazajistán.

En el fondo, Borat utiliza una de las bazas básicas del humor, desde que el mundo es mundo. El contraste. Los contrastes brutales, exagerados, marcados, pueden ser una magnífica fuente de hilaridad. América es próspera, está civilizada, es democrática, está domesticada, está hecha unos zorros, y alberga más odio -hacia las mujeres, hacia los extranjeros, hacia los diferentes, hacia el otro-, del que una nación sana pueda soportar. Por eso sus líderes políticos borran países del mapa por venganza como quien va a echarse unas cañas, y el pueblo les jalea igual que hacen con Borat en una de las más escalofriantes escenas de la película. Pero Borat es rural, está asilvestrado, y se muestra desvergonzado y salvajemente natural en su idiocia. Es una bomba de relojería. Y algunas de las escenas de la película son tan divertidas como sociológicamente reveladoras. La cena con la alta sociedad tras su clase de etiqueta es antológica. Como también lo es su pelea con su productor-manager y amigo, pero por distintas razones. Es lo más desagradable que he visto en muchísimo tiempo, y aún así me gusta la película.

Afortunadamente, Borat nos pinta sólo la peor cara de América, con más mala leche incluso que el propio Michael Moore. Pero también tiene momentos románticos (como su noche de diversión con una entrañable prostituta o su incansable viaje en pos de Pamela Anderson), emotivos y dramáticos (el abandono de su manager, dejándole sin dinero y sin pasaporte).

En fin, un entretenimiento más que picante, más que cómico, más que absurdo y más que divertido. para ver una noche de sábado con colegas en casa, pero con una carguita de profundidad en la crítica a los prejuicios raciales y sociales de no te menees. Y si no, al loro con las mofas de los árabes contra los judíos escenificadas por este tipo que se apellida Baron Cohen.

Ah, una CURIOSIDAD: la cinta porno que Borat quema tras su encuentro con los adorables chavales de la Hermandad CHI PSI de la Universidad de South Carolina, es de Pamela Anderson -of course-, con su ex Tommy Lee. Se titula Pamela Sexy, y en la carátula de la cinta puede también leerse en perfecto castellano "Salvaje y sin censura".

miércoles, 26 de septiembre de 2007

He vuelto

Me amenacé a mí misma y en privado con retomar este blog, en parte amargamente abandonado. Digo en parte, porque nunca quise alejarme de él: mi fidelidad cinéfila sigue intacta. Sigo amando el cine y todo lo que tiene que ver con él, por minúscula que sea la relación. Cuando digo que, si pudiera, iría todos los días dos veces al cine, la gente no me cree. Y es cierto. Pero no me siento un bicho raro. Al contrario, yo pensaba que a todo el mundo -o a casi todo, al menos-, le encantaría sentarse cuatro horas seguidas en una sala de cine, o quizá en su sofá, a ver una película y luego otra. Pero no. A mucha gente le gusta. Pero son tantos como yo pensaba. En fin, que me pierdo. No quería dejar este blog por mi amor al cine, pero lo cierto es que ha estado abandonado.

Tengo excusa. En los últimos meses he estado haciendo cosas muy interantes, variadas y provechosas, sobre todo espiritualmente hablando. He escrito más en mi otro blog, he viajado bastante, he cambiado de trabajo, he logrado un cierto grado de serenidad y alegría, he comenzado a aprender francés, he conocido a mucha gente y he leído un poco más. También he visto cine, mucho cine. Y cada vez que he visto una película me he acordado de este blog. Como quien recuerda al viejo amigo abandonado en pos de otras amistades nuevas. Por eso he vuelto. Porque recordaba a mi amigo abandonado y porque cada vez que veo una peli monto en mi cabeza esos pequeños comentarios cinéfilos que antes podía escupir por aquí. Y se me amontonan las critiquillas en la cabeza. O al menos eso me parece. Asi que he vuelto.

P.D.: Este post va dedicado a David, que me dijo que aún pasaba por aquí aunque no hubiese nada nuevo...

sábado, 30 de diciembre de 2006

Películas vs libros: las leyes de la comparación

A cuenta del estreno, ya hace algunas semanas, de la adaptación al cine de la magnífica novela de Patrick Süskind El perfume, llevo el mismo tiempo oyendo a muchos la memez de que la película es malucha y de que "el libro es muchísimo mejor". Creo que toda esta gente ha olvidado aquellas clases de matemáticas del cole en las que nos preguntaban: "siete más dos son nueve, pero ¿nueve qué? ¿peras? ¿manzanas? ¿gomas de borrar?" Era cuando nos enseñaban que no se pueden sumar limones y fresas, gomas y lápices, o mesas y puertas...porque no son iguales. Pues eso.

Un libro no es una película, ni una película es un libro. Son manifestaciones artísticas tan distintas que uno no puede embarcarse en una comparación exhaustiva y rigurosa y acabar el discurso sin haber dicho alguna chorrada. Se puede analizar si una genial novela ha sido llevada con mayor o menor acierto a la gran pantalla, o si una película respeta el espíritu de un libro. Pero pretender que el cine refleje exactamente una gran novela tal y como la vivimos en sus páginas es no tener ni idea de literatura ni de séptimo arte. Las descripciones en los libros -tanto de personajes como de situaciones y sentimientos-, pueden ser ricas y minuciosas, excitando nuestra imaginación hasta hacernos ver mentalmente lo que se nos explica.

Podemos llegar a imaginar con gran precisión a los protagonistas del relato, los lugares en los que transcurre, los olores, sensaciones y sentimientos que se narran en el texto. Para presentarnos esas cosas, el cine elige una forma determinada y nos las muestra sin más, con una imagen precisa que reduce casi a cero las posibilidades de imaginar. Con otros elementos, la traslación literaria al cine es más compleja: una imagen no puede reflejar un aroma, aunque el séptimo arte ha encontrado recursos que intentan subsanar esas limitaciones. Si nos presentaran la imagen de una cesta de hermosos y brillantes limones y una voz en off nos describiera el ácido y fresco olor que desprende, seríamos capaz de olerlo, recuperando en nuestro cerebro un aroma que ya conocemos.

El Jean Baptiste Grenouille de la versión cinematográfica de El Perfume tiene la cara de Ben Whishaw. Quizá no es tal y como lo habíamos imaginado, pero alguien tenía que asumir el papel en la película y lo cierto que el chico lo hace bien. Tiene esa mezcla inocencia y locura reflejada en su cara que hace que odiemos sus actos pero sintamos una especie de lástima y de enfermiza curiosidad por saber hasta dónde podrá llegar en su increíble enajenación. La película de Tom Tykwer está ricamente ambientada, su realización es más que correcta y los actores dan credibilidad a los personajes. La narración es entretenida y mantiene un ritmo creciente hasta el final, pero nunca será al cine lo que la novela de Süskind ha sido y es a la literatura moderna, aunque se trata de un loable intento de adaptar la novela. De hecho, algunas críticas -copio algunos ejemplos aquí abajo-, le reprochan excesivo apego a su texto inspirador.

"La seductora y sensorial prosa del best-seller de Patrick Suskind llega a las pantallas con una gran carga de garbo visual pero sólo mágicamente intermitente (...) En muchos aspectos, el film es 'demasiado' fiel a la novela, que es prácticamente imposible de adaptar" (Derek Elley: Variety). "Demasiado fiel a la novela", dice Elley. Así que para algunos -que saben un poquito de cine-, el problema es que se parece demasiado a la obra literaria original. Curioso comentario, sobre todo si nos remitimos al motivo e inicio de esta personal diatriba.

"Consigue razonablemente bien el logro que muchos dijeron que escapaba al alcance del cine: transmitir un mundo de escencias y olores." (Bernard Besserglik: Hollywood Reporter).
Recordemos la cesta de limones y la voz en off...

"Abraza un academicismo brillante aunque un tanto frío (...) Con una portentosa ambientación y un magnífico gusto por el detalle (...) en la escena clave, la del éxtasis final (...) Tykwer está al borde del ridículo" (Javier Ocaña: Diario El País).
Al hilo de este comentario sobre la escena del "extasis final", comparto la opinión de Ocaña. Tykwer casi roza el exceso, pero la indignación de algunos espectadores que ven en esta escena algo vergonzoso y pornográfico deberían visitar a un buen psicólogo, porque tienen un problema. Ni mis padres -y ya tienen unos años y una moral un tanto anticuada acorde a su edad-, se han sentido ofendidos por esa representación de amor universal, extáxico, incondicional y libre. Grenouille ha fabricado con la esencia de trece hermosas y virginales muchachas el perfume que representa lo más puro, lo más inocente, lo más grande y hermoso, el amor en su forma más grande. Eso es lo que relata Süskind y Tykwer lo plasma así. Puede gustar más o menos la forma de filmarlo, la resolución del problema, pero encontrar esa escena escabrosa o sucia es, a mi modo de ver, un tanto enfermizo.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Critiquillas de cine: Declaradme culpable

De Lumet lo esperaba, pero de Vinny...

Poco se puede añadir a la perfecta descripción de Javier Ocaña, de El País: "Una película agilísima, divertida y de una elegancia clásica deliciosa." Esperaba de Sidney Lumet una comedia al menos correcta: su irregular filmografía incluye títulos interesantes como Veredicto final, Network, Asesinato en el Orient Express, Trampa mortal o Tarde de perros. Treinta años de oficio debían servir para algo. Lo que nunca en toda mi vida hubiera imaginado era que Vin Diesel pudiera interpretar un personaje como este. Su participación en bazofias como Un canguro superduro, Las crónicas de Riddick, xXx o A todo gas (una de las peores películas que he visto jamás, ideal para tuneros de extraradio) no le avalaban precisamente como actor serio. Pero en esta peli, el musculitos demuestra que en manos de un buen director es capaz de resultar creíble y solvente como actor. Veremos si no regresa a las andadas como hizo Stallone tras Copland, y vuelve a regalarnos -y regalar a su carrera- un papel decente. La película está basada en hechos reales y relata el el proceso criminal más largo de la historia de Estados Unidos, en el que tras años de investigación federal se sentó en el banquillo de los acusados a 20 miembros de la familia Lucchese, conocida por sus conexiones con la mafia, acusados de 76 cargos. Uno de los procesados era Giacomo DiNorscio, conocido como "Jackie Dee" y "Jackie el gordo". Jackie, uno de los mafiosos más buscados de New Jersey, rechazó el trato de los federales para traicionar a los miembros de su "familia" y decidió lo impensable: defenderse a sí mismo.

Critiquillas de cine: American Dreamz

American Dreamz no pasará a la historia del cine. Como comedia, no es desternillante, la verdad; no recuerdo haberme reído ni una sola vez. Sin embargo, como sátira del "american way of life" no tiene desperdicio: los concursos en los que la gente se mata por conseguir un minuto de fama, el mundillo de las estrellas de televisión y, lo mejor, el genial retrato de Bush: un presidente deprimido e idiota al que tienen que dictar palabra por palabra lo que debe decir, encarnado por Dennis Quaid que pone unos caretos de bobo geniales. La historia del concursante árabe es demasiado blandita, pero su primo gay y superpijo la hace mucho más interesante. En cuanto a la rubia Mandy Moore -que canta realmente las canciones del concurso-, es el perfecto retrato del sueño americano al estilo Britney. Tan rubia, tan mona, tan yankee...Hugh Grant, que ya empieza a mostrar los estragos de la edad, deja por una vez de lado su habitual papel de torpón y encantador inglés para interpretar convincentemente a un engreído presentador de televisión en la cumbre de su popularidad.
http://americandreamzmovie.com/index2.html

Critiquillas de cine: Mystic River



Una triste historia sobre la debilidad humana

Tres amigos, un barrio, una infancia truncada. O tres vidas truncadas. Eso es lo que nos cuenta Mystic River, una película de Clint Eastwood que, lamentablemente hasta que no se muera –y que falten muchos años, por cierto-, seguirá siendo para muchos Harry El Sucio, y no recibirá los merecidos laureles a su labor como director hasta que el mundo entero revise su carrera a modo de epitafio.

Mystic River es la historia de tres chavales que pasan juntos su infancia, brutalmente interrumpida por el secuestro de uno de ellos a manos de un par de pederastas. Años después, cuando casi todo en sus vidas adultas les separa (oficio, ambiente, carácter), el brutal asesinato de la hija de uno de ellos vuelve a unir sus vidas. Eastwood construye un genial ensayo sobre la culpa, los traumas y la amistad, pero también sobre ese extraño y macabro don de algunas personas para convertirse en víctimas. El reparto está soberbio, comenzando por un Sean Penn -oscarizado por este papel-, que despliega un abanico de emociones aún más amplio que en su composición del preso en el corredor de la muerte de su aquí colega de reparto, Tim Robbins, bajo cuyas órdenes rodó “Pena de muerte”. Penn interpreta a Jimmy, un mafiosillo de barrio ex convicto y rehabilitado, padre de una hija adolescente y padrastro de las dos niñas de su nueva mujer, interpretada por Laura Lynney.

En Mystic River, el que dicta la pena es Penn. Y la impone sobre su amigo de la infancia Dave (Tim Robbins, también ganador de un tío Óscar por este papel), el niño raptado por los pederastas. Hasta la mujer de Dave, retratada por una Marcia Gay Harden que convence plenamente, cree que su marido es responsable de la muerte de su sobrina e hija de Jimmy (la mujer de Penn es su prima). Esto es lo único que une a Dave y Jimmy desde que el rapto del pequeño Dave marcara las vidas de los tres muchachos.

Y ese tercero en discordia es Sean, el agente del FBI encargado de investigar el misterioso asesinato de la chica, más que correctamente interpretado Kevin Bacon, un tipo sobrio, y atormentado porque su mujer embarazada le ha dejado. Completa el reparto un siempre impresionante (aunque sólo fuera por aspecto y voz) Laurence Fisburne, el policía compañero de Bacon.

Para complicar la trama, la chica asesinada y su novio planeaban fugarse a Las Vegas para casarse en secreto. Y el difunto padre del chaval resulta ser un antiguo compinche de Penn, propietario del arma con el que han disparado a la chica. Penn los odia a ambos, padre e hijo, porque el mayor le delató para librarse de la cárcel. Pero el amor del chaval por la chica haría palidecer al mismísimo Romeo de Shakespeare, así que no pinta como asesino: el conflicto de personajes y la trama de misterio están servidas. Basada en una novela de Dennis Lehane, esta obra maestra de Eastwood reúne un potente reparto de actores con uno de los guiones más impactantes de los últimos años.

Es esta una película de actores, de sentimientos, pero no de esas películas americanas en las que todos los personajes hablan de sus emociones más profundas como quien se come un yoghourt. En esta película, los personajes quieren hablar, quieren expresar todo el dolor, la rabia y el miedo que sienten. Pero no pueden. Como la gente normal. Porque en su vida hay secretos, hay frustraciones y miedos que todavía no han aprendido a manejar y que, en el momento dado, afloran para crear una situación catárquica que se cobra algunas víctimas. Finalmente todo explota y las mejores intenciones, incluso las de aquellos que acaban cobrando víctimas, no evitan la tragedia que desde el inicio se adivina. El elemento sorpresa no falta sin embargo en ese final. Son los personajes los que corren hacia un terrible desenlace, pero la trama mantiene el suspense y reserva una última sorpresa tan cruel y sin sentido como la vida misma.

Mystic River es un brutal retrato de la amistad, el miedo y la venganza, magistralmente interpretada y dirigida. Y una triste historia sobre la debilidad humana.

domingo, 27 de agosto de 2006

Critiquillas de cine: "Un café en cualquier esquina" y "La joven del agua"


El café me lo tomo con la narf

Las dos pelis que he visto esta semana: Un café en cualquier esquina y La joven del agua. La primera es de un joven realizador de origen iraní, Ramin Bahrani, que creo recordar se estrena -o casi- con este largo, tras recibir varios premios en festivales de cortos y demás zarandajas. La segunda es del archiconocido director de El sexto sentido, El protegido y El bosque, M. Night Shyamalan.

Un café en cualquier esquina es el retrato de la vida de un joven pakistaní, ex-estrella de rock para más señas, que se traslada a Estados Unidos con su mujer y allí lleva una desgraciada vida como vendedor de café y rosquillas en pleno Manhattan. El tipo es un triste que no aprovecha ninguna de las oportunidades que se le presentan de mejorar y de ser un poco más feliz, porque -y esto sólo se intuye-, está traumatizado por la muerte de su mujer y por no poder vivir con su hijo pequeño, medio secuestrado por su arisca suegra.

Lenta y tediosa, la cinta nos machaca con el protagonista arrastrando su carrito al alba por las calles de Nueva York en lo que supongo es un pretendido bucle poético, y nos muestra -estas son algunas de las mejores escenas por su simplicidad y su tierno retrato de los momentos cotidianos-, a los clientes que cada día visitan el puesto para comprar el café y charlar un momento con el deprimido dependiente. Hasta que un buen día, el tipo tiene la oportunidad de encontrar de nuevo el amor -personificado en la dulce españolita Leticia Dolera-, y la amistad en un compatriota yuppie que le da trabajo y le introduce en su círculo de relaciones. Pero el tipo no reacciona. Y ahí queda todo.

Un café en cualquier esquina es de esas pelis en las que casi no pasa nada. Pero tal y como está contada esa nada, no vale nada. Hay maravillosas películas en las que no pasa nada, pero la narración es visualmente preciosista o desprende una mirada concreta que llega. Pues no es el caso, aunque los premios y algunas críticas me contradicen. Esta es de esas pelis que a los sesudos cinéfilos debería gustarles. Pero ni es sesuda ni es arte cinematográfico. Es un tostón. Quizá no era el día, pero teniendo en cuenta que quien suscribe aguanta las pelis que otros consideran aburridas como nadie -hasta me encanta Bergman, sí-, pues...con eso os lo digo todo. Es un petardo circular sin esperanza, sin demasiada belleza visual, y sin gracia. Salí bastante cabreada del cine.

La segunda peli, La joven del agua está protagonizada por Paul Giamatti (Entre copas) y Bryce Dallas Howard (El bosque, Dogville). El norteamericano de origen hindú nos ofrece una fábula sobre unas criaturas fantásticas, las narf, que velan por la felicidad de los hombres y que incluso se ponen en peligro para conseguir su loable objetivo. La película, sin ser una maravilla, es de esas de las que uno sale contentito del cine. Es bonita, que se dice, y las interpretaciones de los protagonistas -especialmente de Giamatti, que tartamudea con mucha gracia, y de la inquitetante y pálida Bryce Dallas Howard-, son más que correctas. La historia, basada en un cuento que Shyamalan inventó para sus hijas, nos cuenta la vida de una comunidad de vecinos (comparada por algún crítico con un 13 Rue del Percebe a lo yankee), en la que aparece una ninfa marina que tiene como misión conocer a uno de sus inquilinos. Este hombre tendrá una importancia vital en el futuro de la nación y está destinado a conocer su destino de voz de la narf. Pero hay peligros y monstruos que acechan a la ninfa y que deberán ser enfrentados por toda la comunidad unida para asegurar que la narf cumple con su importante misión y logra que el mundo sea un lugar mejor. Así que todos se ponen manos a la obra.

Menos tenebrosa y mucho más optimista que El bosque, La joven del agua tiene momentos divertidos, tensión, e incluso una guasona puyita del director a los críticos de cine. Es un bonito cuento para irse contento a la cama. No pasará a los anales del séptimo arte pero, para levantar la moral y la fe en el género humano (inocentemente, por supuesto), sirve.

La web de la peli: wwws.warnerbros.com/ladyinthewater/landing.htlm

jueves, 22 de diciembre de 2005

X Aniversario Sexpeare

Estos tíos son geniales:
¡oé, oé, oé!


Queridos todos, este es un pequeño y Mod-esto homenaje a Sexpeare, los tíos más divertidos que se hayan subido a un escenario en los últimos tiempos. Surrealistas, irreverentes, gamberros, poperos...El teatro Alfil de Madrid (ver link) celebra estos días su décimo aniversario sobre las tablas con la reposición de dos de sus mejores creaciones, "H, el pequeño niño obeso quiere ser cineasta" y "Qué pelo más guay".

"H" es un hilarante texto sobre dos amigos que se presentan al concurso de guiones de la marca de galletas "Niki", con una historia basada en la vida real de un director de cine encerrado en un manicomio por asesinar a toda su familia. Referencias cinéfilas (Hitchcock, The Wachowski Brothers), musicales, televisivas, gamberradas surrealistas...todo cabe en esta obra llena de guiños que, al menos en mí, provoca lágrimas y dolor abdominal por carcajada contínua.

Rulo Pardo y Santiago Molero se transforman sobre el escenario con una rapidez increibley una complicidad genial, para interpretar a todos los personajes de la obra:
Modesto (Mod), el aspirante a guionista chupóptero y sin talento; Luis Marcommercot, el inspirado y perturbado compañero de clase de Mod; Hundler Kluendrer, el cineasta loco; el decano de Pokos, genial anfitrión de Luis en Braga (digo, Praga); la secretaria, el policía del caniche...

El atrezzo y la escenografía de "H" son de una versatilidad pasmosa: con poco más que una mesa, un tablón con ruedas y una cama, estos tipos se montan nada menos que la habitación de Mod, la habitación de Luis en Praga, la oficina de la productora Malparatodos (parodiando el nombre de la Malpaso company), la celda de aislamiento de Kluendrer en la prisión, el campo de trigo por el que corría Cary Grant en "Con la muerte en los talones" (1959) y todo lo que haga falta.

Como premio a una fidelidad friki y al morro que le eché cuando me los encontré en El Pez Gordo, garito clásico propiedad de mi ex-compañero de facultad Marcos Mastretta, los Sexpeare firmaron amablemente la entrada de mi cuarta asistencia a "H".

Mañana acudiré con un montón de amigos a la representación de "Qué pelo más guay". Ya os contaré más sobre esto y sobre "Hipo", otra de sus locuras escénicas, pero os recomiendo que no os perdáis nada de estos chicos. Son la caña.